lunes, septiembre 28, 2015

silencios de papel 6

recojo sílabas en el mar, 
paseo más allá de los sueños, 
recolecto el silencio del salitre, 
 investigo secretos en el murmullo del marrullo, 
 vivo en la soledad de las palabras encadenadas al horizonte... en vuelo libre, 
escribo con la certeza de que algún fragmento de mí regresará



Ana María Fuster Lavín

viernes, septiembre 25, 2015

Muerte del silencio día 2



 Diario

Segundo día


Siempre he sentido una obsesión por las voces. Desde pequeña  prestaba atención a los distintos matices, esas formas particulares de cada persona pronunciar las oclusivas, las vocales abiertas, las entonaciones, la dicción, esas peculiaridades de s, c, z. Imaginar los sueños de una mujer con la voz muy aflautada o las pesadillas de un hablante pasota o agresivo.  Descubrir la personalidad oculta tras registro del habla de cualquier desconocido, era todo un juego de agente secreta.  ¿Y quién no se ha dejado llevar por una voz profunda hasta alcanzar ese orgasmo fonético indescriptiblemente agradable? Mis primeros recuerdos de la infancia, esos que me marcaron, son sonoros.

Supe que iba a ser escritora escuchando a mi abuelo Manolo, con su hermosa voz de barítono; y ante la voz fuerte y cariñosa castellana de mi abuela Hortensia, quien recitaba sus poemas de memoria. Ella me llevó a las primeras lecturas de poesía en el ateneo de Salamanca. Mi abuelo y sus ternuras, su pasión por el balompié, la radio, los libros. Además de la poesía, Hortensia me contaba las historias de su familia antes y después de la Guerra Civil, era apasionante, triste, hermoso y realmente horroroso. 

Hortensia y Manolo se conocieron poco antes de comenzar la Guerra Civil. Él de Reynosa, un pueblo de Cantabria, y ella de Arija, en la provincia de Burgos, ambos en las montañas, bordeando el pantano del Ebro.  Él fue con sus amigos a las fiestas de Arija y bailó con aquella mujer con mirada de mar al atardecer. Ese primer encuentro fue descubrir el amor. Lamentablemente la guerra los separó.  Manolo, huérfano desde la gran gripe de 1918, vivió desde preadolescente solo con tres hermanos, porque sus padres y tres de sus hermanos murieron, al igual que más de 300, 000 españoles (se cree que en el mundo murieron casi 100 millones). Hasta el  poeta Guillaume Apollinaire, murió de esta gripe (parecida al H1N1).  Y sobreviviente a esa primera muerte, luchó contra los fascistas, recibió en pleno ataque un balazo en el hombro por poco le cuenta la vida,  y pensaba en aquella mujer. La última muerte se lo llevo una madrugada del 2000.  Poco después de aquel baile, Hortensia tuvo que huir una noche con lo puesto junto a su familia, porque iban a matar a su padre comerciante, hijo de emigrantes alsacianos,  por ser  comunista. Era un comerciante próspero en el pueblo, los fascistas se quedaron con su negocio.  Y ya se sabía qué le pasaría a una familia de izquierdas… Afortunadamente, pudieron recomenzar la vida desde la nada. Ambos finalmente se encontraron años después, comenzando la dictadura.  Se casaron, tuvieron 5 hijos.  Y muchas luchas, muertes del alma,  muchas historias, durante la dictadura de Franco. Mi madre es la mayor, nació en 1942. La última muerte se llevó a mi abuela en el 2003. Nunca se enfermaba, pero una tarde el cerebro se le derramó, buscando regresar a Manolo. Le señaló la ventana a mi tía Mariví y se dejó llevar al silencio final.

Definitivamente ambos me llevaron a  quedar encadenada a las voces y sus palabras. Esa es la sensación que le da el primer sentido a mi vida, cuando solo era una adolescente terriblemente tímida, encontré la lógica a mi mente solitaria: encadenar y liberar palabras. De eso se trata soñar-escuchar-escribir. 

¿Qué será de mí cuando todas las palabras se oculten tras este inmenso pitido?


Ana María Fuster Lavín
 

martes, septiembre 22, 2015

Muerte del silencio... Día 1

Muerte del silencio
Diario



Primer día

Mi mundo se transforma en un inmenso pitido.  Los sonidos lentamente se transforman en gritos agudos. Puedo escuchar todo, por ahora, detrás de los grillos invisibles en mi cabeza. Poco a poco los grillos devorarán cada compás, melodía, la voz seductora de los sueños, la música, todo danza entre los velos de los chillidos en mi mente.

Llevó varios años así, pero los fantasmas ruidosos son cada vez más insoportables en el oído derecho desde hace unos meses.

Ayer finalmente fui a un doctor y me confirmó que los sonidos de la vida poco a poco serán devorados por esos seres invisibles de altas frecuencias que habitan en mí…


Ana María Fuster Lavín 

miércoles, septiembre 16, 2015

de voces y sombras Carnaval de sangre



La biblioteca de las voces perdidas

A Pabsi Livmar

Te observas con dificultad. Eres una voz perdida en la biblioteca. Recorres sus anaqueles. No encuentras el antídoto. Te percatas de que no puedes recordar lo que nunca sucedió. Todas las voces, su voz, la tuya. Tu eco se difumina entre las páginas que nunca leíste. Debes leerlas, pues las leídas te impregnan de una búsqueda que solo tus manos pueden encontrar. Abres otro libro y los susurros te llevan a otro, otro, otro y todos, el mismo. Te das cuenta de que te has cansado de enfrentar a la estulticia, de querer ver lo que no es, de dar oportunidades a monólogos sordos. Sílabas que no forman lexemas. Cada morfema inútil te desgarra el camino. Cada letra que sobra te absorbe la sangre. Decides luchar. Te colmas de palabras, las descubres, las besas, las pares. En ese momento, chocas contra un laberinto de cristales en los que se refleja un silencio ensordecedor. Despiertas. Te observas nuevamente. Te escuchas. Escribes.    

Ana Marías Fuster Lavín
Carnaval de sangre


 
 

de amores en Carnaval de Sangre



Sed eterna
 
Ven a mí, ven. Llego. Te observo. Aún no me reconoces, al menos me sientes. Respiro el deseo en tus ansias. Pongo la mano en la ventana y abres los ojos. Tus latidos se dilatan así como se dilata tu mirada en la mía. El calor de tu sangre es un carnaval de feromonas en mis manos y mis pechos. Ven. El latido de mis labios inferiores te obliga a invitarme a entrar. Entro a ti lentamente. Tu cuerpo desnudo desnuda mi cuerpo. Tiemblas mientras te derramas de sangre en mi boca. Vente en mí. Nuestros sexos son manantial. Entras a mi cuerpo, te desvaneces y renaces. Estoy en ti. Lactas mis secretos de salitre. Muerdes mi vulva, rasgas mis venas. Estás en mí. Somos un mismo gemido. Caes del cielo a tus sábanas y tus pupilas dilatadas frente a las mías revelan tu naturaleza. Estás en mi sed eterna. Somos.


Ana María Fuster Lavín
Carnaval de sangre

Ángel de las alturas



Ángel de las alturas

Margarita extiende los brazos hacia el cielo. Él la observaba desde lo alto de la grúa. Ella pasa, él toca la sirena y se saludan con las manos. Un día, se arma de valor y le pregunta su nombre. Ángel. “Es mi ángel de las alturas”, se dijo antes de entrar a su trabajo justo frente a la construcción. No era religiosa, pero oró esa noche por conocerlo. Al día siguiente, compra un ramo de margaritas y le escribe una tarjeta con su teléfono y dirección. Llega a su destino y la construcción había concluido. “¡Mi ángel no volverá!”, grita en medio de la avenida, tan fuerte que los carros frenan chocando unos con otros. Arroja allí mismo las flores y se retira llorando. Le pide a Dios que le permita una noche con aquel hombre.
Esa tarde antes de regresar a su casa se toma par de tragos. “Pa’l carajo el amor”. Se da cuenta de que un hombre no para de mirarla y sonreír. Ella asiente con la cabeza. Él se acerca. Eres tú, soy yo, no digas nada, pide un deseo, dice. “Daría mi vida por una noche con mi ángel de las alturas”, piensa ella. Está hecho, susurra él. Margarita regresa a su apartamento algo borracha. Siente pisadas cercanas, no ve a nadie. Al llegar escucha una voz: Tu deseo será cumplido. Una lluvia de plumas cae sobre su cuerpo, unas manos de hombre la desnudan y, en el piso de la sala, siente el orgasmo jamás pensado. Se siente en las alturas. Dormida, entre pétalos y plumas, extiende las manos.
 
Ana María Fuster Lavín
Carnaval de Sangre