jueves, mayo 23, 2013


Mortem et dementia 1

 
Un sol oscuro llueve sobre el horizonte
cierro mi ventana, no encuentro mi muerte
tampoco  mis manos ni mis versos
no puedo salir sin ellos,
no sea que la calle me robe el reflejo
y nadie recuerde lo que recuerdo.
 
Aun llueve,
los silencios son espejos rotos
para el eclipse de mi isla
acabo de perder mis labios y pisadas
el sol oscuro se acerca a mi balcón
y quiero gritar pero la voz se me desangra
 
Amanece la noche oscura del alma
las gotas de sueño me llevan al otro lado
se van desangrando los minutos de la memoria
y no encuentro los pedacitos de mí
solo el eco de un poema mantiene mi corazón
no queda más que el último parpadeo de mi sombra.
 
Ana María Fuster Lavín

domingo, mayo 19, 2013

(In)somnio 15 de junio



La editorial Isla Negra y Libros AC
invitan a la puesta en circulación
de la 2da edición de la novela
 
(In)Somnio
de la escritora puertorriqueña
Ana María Fuster Lavín
 
Conversatorio a cargo de
Karen Sevilla, Emilio del Carril
José Rabelo,    Ana María Fuster
 
Escritores-lectores
 Marlyn Cruz Centeno Angel L. Matos
David Caleb Acevedo
 
Invitados especiales
Magali Carrasquillo   Pedro Rodiz
 
Sábado 15 de Junio de 2013  4:00pm
Libros AC
Santurce, Puerto Rico
 
Algunos comentarios sobre (In)somnio:
 
·         “…Las mujeres que narran (In)Somnio, de Ana María Fuster Lavín, son otras tantas caras de la escritora y sugiero que esta novela fragmentaria es una ficticia ‘autobiografía literaria’ …(In)somnio es una narración impecable sobre las heridas que causa la represión, una joya del lenguaje, una novela que dejará a l@s lector@s  en un estado alterado de conciencia al catar el terror implícito en la violencia de género que aquí se explora con gran destreza y audacia.”  Dra.  Lilliana Ramos-Collado, el Nuevo Día, 5 de mayo de 2013, escritora, curadora de arte y crítica literaria
 
·         “… un sostenido “suspense” que agarra a los lectores y no los suelta hasta la página final donde todos nos convertimos en aves voladoras. …. La gran virtud es la excelencia y flamante colorido de las imágenes y del humor negro con que se cuenta. Erotismo explícito a ultranza se convierte en vampirismo que a veces ronda la necrofilia. Además de amantes voraces hacen presencia asesinos y asesinados y hasta resucitados. Esta narrativa ofrece un regalo del cual sólo la literatura es capaz: gozar, gozar hasta no poder más de la palabra escrita con ángel(es).” Dra. María Arrillaga, poeta y profesora universitaria
 
·         Con esta novela poética de historias de insomnios, Ana María Fuster Lavín se consagra como una escritora del gótico caribeño. … (In)somnio es un doloroso recordatorio de todo el camino que todavía queda por recorrer como comunidad para hablar del espacio pleno de la mujer no sometida al sistema que la condena como demente cada vez que intenta pretender alcanzar lo que a otros parece imposible.”   Dr. Daniel Torres, escritor y profesor universitario
·         Treintaidós cuentos o capítulos, como decida usted verlos (yo veo este texto propiamente como una novela) llenan al lector con esa experiencia límite de quien ha trasnochado por mucho tiempo. Ese tocar y no sentir, ese oír sin escuchar, ver sin ver…”  David Caleb Acevedo, escritor, editor y traductor
 
·         (In)somnio es una bofetada de realidad, de miedos comunes y pasiones conocidas aunque a veces olvidadas. Invasiones de piel arañada que traen recuerdos y roces que acarician hasta la metamorfosis.” Laura Muñoz Hermida, novelista española
 
 
·         “Al leer y releer (In)somnio, la más reciente obra de Ana María Fuster Lavín, nos preguntamos, ¿se trata de un sueño de locura? ¿De una pesadilla de un insomne?  O, ¿se trata de toda una realidad alucinada?  Deliciosamente perturbadora, (In)somnio nos brinda un pasaje a los espacios más recónditos de la mente humana, con un toque magistralmente gótico, tenebroso, con referencias al sexo, violencia, suicidio y muerte, así como a temas tabús como el incesto, la pornografía y el cine snuff, entre otros, a modo de thriller psicológico.”  José Luis Ramírez de León, abogado puertorriqueño

 
“Novela, cuentos novelados, novela cuentada, heredera (i)legítima de Bocaccio? Este nuevo libro de la premiada escritora puertorriqueña nos provocará más de un placer textual, mientras la exploración del gótico caribeño alcanza una de sus mejores momentos.”     Nota del editor, Carlos Roberto Gómez
 
 
 
 

Bombardeo en la 65 de Infantería

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Bombardeo en la 65 de Infantería
Estamos perdidos. Ser soldado no es una profesión cualquiera ni en Puerto Rico ni en la cochinchina; pero yo no lo elegí, me enlistaron, a un pobre jíbaro del Pepino. No puedo resistirlo.  Las bombas son truenos que me revientan la sesera.
Van y vienen- Los recuerdos comienzan a diluirse con las demás excrecencias de la letrina que es un hueco en el fango, donde tengo que esconderme para que esos chinos no nos vean, para que los gringos no nos usen de carne de cañón; para que no caiga la noche sin saber si volverá a amanecer. Afortunadamente esta mañana aún podré tomarme un café con mi amigo Juan, es un tipo estupendo, pero ¿y quiénes son los demás? Por aquí hay muchos soldados que no conozco.  Esto es demasiado sospechoso. La 65 de Infantería se transforma día a día en un culto al duelo.

—Juan, el café está bueno, como allá en el Pepino. ¿Recuerdas el que preparaba la comay Toña?—le dije a mi compañero.
—Sí, Valentín. Es el único placer que podemos compartir en paz, estos son los ratos en que se nos olvida que el tiempo pasa y no podemos hacer na.
—Temo que esta paz será momentánea. Ya mismito comenzará otro ataque, y se jodió la cosa. Esta vez nos vamos a joder todititos.
—¿Dónde? Ni se te ocurra decir esas mierdas —me dice Juan con una calma desesperante.
—No puedo creerlo, ¿quién habrá dado la orden?
—En la historia de los pueblos siempre hay algún necio que lleva a sus hermanos al desastre. ¿Recuerdas a Truman, a McArthur…?
Escucho ruidos. Mi compañero sigue hablándome de historia, su tema perpetuo, pero ya casi no puedo escucharlo, un estruendo cercano. Intento agacharme, pero Juan no me deja. Siento que el miedo me paraliza. Quiero gritar, pero controlo.
—Son unos desgraciaos. Mi pana, no soporto más este infierno y a ti se te ocurre filosofar. Eran Yak 9, estoy seguro.
—¿Los aviones? Eso es absurdo, fue tan solo un accidente allá afuera.
—Siempre dicen eso, hasta cuando te bañas en la sangre de un compañero.
No podía creer que mi pana se quede tranquilo tomando su café. A través de la trinchera veo el aterrador espectáculo, un hombre herido en el piso y todos corriendo…
—La violencia de los imperios siempre ha beneficiado a los poderosos y, por supuesto, a los sepultureros, y es que nos han enterrado aunque estemos vivos. Mírate, mírame.
Juan sigue hablando, mientras escucho cómo se acerca el enemigo. Los americanos no han conseguido relegar a los comunistas del paralelo 38 y nosotros seguimos aquí. Mierda, tengo tanto miedo que me cagaría en los pantalones, ya me pasó una vez. ¿Nos verán? Agarro mi arma. Apunto. Ellos se acercan, Dios mío, ayúdanos, estamos solos... Puedo escuchar su respiración…
—¡Demonios, Juan, agáchate!—le grito y vacío mi rifle en el maldito coreano.
Creo desmayé. ¿Estoy herido?  Juan me abraza. Veo alrededor y voy comprendiendo. Solo deseo llorar.
—Tranquilo, mi hermanito, no pasa nada, pago y nos vamos. Te llevaré a casa—me dijo Juan, muy triste, ayudándome a levantar.
—¿A casa?
Miré las manos ensangrentadas de un joven que me miraba con cara sorprendida, cielos, volví a revivirlo. La historia se repite.
El joven se agachó hacia mí, estaba lleno de kétchup  en sus manos y  camiseta que leía: La Península: panadería, entremeses y postres-- Ave. 65 de Infantería, Río Piedras, Puerto Rico.

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Entre cunetas: diálogos entre perros y gatos

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Entre cunetas: diálogos entre perros y gatos
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de Bocetos de una ciudad silente
A Mayda Colón

–Somos las sombras de una ciudad donde todos son mudos. Aullamos o maullamos a la luna y nadie nos entiende, callan sus secretos.
–Mi pana, pues, para mí que hablan demasiado, siempre hay ruidos por todos lados.
–Es parte de nuestro destino. ¿Te explico?
–No me interesa el destino. Mejor cuéntame otro cuento. Uno lindo.
–No hay finales felices en estas calles.
–Eso no importa, después de que haya comida.  Mira conseguí arroz chino, ¿quieres? También hay un pedazo de pizza, si no la hueles…
–No tengo hambre, son los gusanos que viven en mi estómago. Mejor me doy un trago, encontré una caneca en el parking, con suerte es ron.
– Solo cuéntame un cuento mientras acomodo las cajas. Hoy dormiremos calientitos.
–¿No te asustan los silencios? Cuando todos duermen y nosotros deambulamos entre cunetas que apestan a orines, a basura, a saliva deshidratada. ¿Será nuestra verdadera esencia? Las historias de los habitantes se liberan mientras duermen y éstas apestan igual, algunos de sus secretos peor aún.
–Me gusta el silencio, así nadie nos ve, no nos molestan hasta el amanecer. Puedo ronronear aquí y allí.
–Ten cuidado con sus fantasmas.
–¿Fantasmas?
–¿Te asustas?
–Llevó tantos años por estas calles que ya nada me asusta, he visto los dos lados de la moneda. Mejor cuéntame un cuento.
–¿Recuerdas el día que atropellaron a mi primo Charlie?
–¡Cómo olvidar al viejo Charlie! Una vez consiguió medio jamón de la trastienda del restaurante cachendoso español, el chavao gallego lo persiguió gritándole de todo, pero Charlie corrió a toda velocidad. Lo compartió con nosotros dos, detrás de la discoteca. ¡Disculpa!  Me duele la garganta.
–Viejo amigo, cuídate esa tos. Sigo el cuento.
–Espera a que pase aquel tecato, ya se retira a su ratonera.
–Se fue. Ahora te lo cuento.  La tarde que murió Charlie había estado lloviendo, tanto que su sangre navegó por las cunetas de toda la Parada 18.
–Pude hasta olerla… El accidente fue espantoso.
–Estoy seguro de que la guagua lo vio, no sé, pero no frenó.
–Prefiero otro cuento. Me gusta vivir de los olvidos.
–Esa noche lloré mucho, aunque mi mente se pierde a veces. Las calles se convierten en laberintos cuando se me nublan los pensamientos. ¡Mierda, cuánto me duele el estómago! La bebida, los gusanos…
–Fue terrible lo de Charlie, ni siquiera nos dejaron acercarnos,  además la estampida nos ahuyentó. Es que en las tardes esto se convierte en una piara descontrolada.
–Te contaré que esa noche me acerqué a una adolescente que lloraba sentada en un banco de la placita frente al restaurante del gallego. Estaba llorando. Sólo la miré a los ojos y Ella trató de extender la mano como para tocarme, pero no lo hizo, sólo me sonrió entre lágrimas. No tuve que preguntarle nada, Ella comenzó a contarme lo que le había pasado. Sentí algo mágico en esa joven.
–Será… porque casi nadie nos habla, sólo nos gritan y nos dan comida o lo que sea sin mirarnos a la cara.
–Ella me contó que  estaba confundida. En la tarde había ido de compras con su amiga Elena, luego se habían ido a casa de ésta a prepararse ambas para la noche de discoteca.
–¿Cómo se llamaba? Creo que tuve una hija hace tanto, fui muy fogoso, debo haber tenido varios muchachitos. Por lo de bellaco me echaron de la casa, mi compañera dijo que no podía andar como gato rondado todo el vecindario. Disculpa.
–Mi viejo amigo, ya me has contado tus andanzas, cuídate esa tos. Ya es tarde para afligirte por lo otro.
–Siempre regañándome… Oye, ¿cómo se llamaba la muchachita?
–¿Cómo crees que me iba a decir su nombre?
–Nunca nos hablan.
–No somos de la misma especie que ellos, vivimos en la plena libertad.
–Sin nada será.
–Sin responsabilidades.
–Esto es una mierda. Oye ¿nunca tuviste hijos?
–No tuve hijos, ni nada.
–Mejor. A mí no me sirvió de nada.
–Te quejas, al menos tuviste familia, una hija, tú lo dejaste perder, encima tuviste un buen trabajo. Siempre fui como un perro vagabundo desde que llegué de la guerra. Pensar que quise ser poeta, pero no tengo historia.
–Al menos Ella te contó algo, sigue...
–¡Y qué historia! Me contó muchas cosas, el alcohol nos destapa la boca del alma.
–Dímelo.
–Bueno después de mucho regodeo me contó cosas interesantes. Las muchachitas cuando sueltan la lengua…, ya tú sabes. Que si sus chismes, toditita su vida, aquella me contó que ella y su amiga estaban vistiéndose juntas para venir a la discoteca de aquí al lado. Ella me dijo que no podía evitar mirar la espalda y los muslos desnudos de Elena. Me acuerdo su nombre, Elena se llamaba una de las jevas que tuve en otra vida. Bueno, las chicas se vestían, o ¿estaban desnudas? Y fue cuando ocurrió el milagro. Elena le pidió que la ayudara a abotonarse el vestido, las manos le temblaban mientras luchaba con los ojales a la altura de la cintura. Según fue escalando su espalda sentía el sudor bajando por la suya.  Al terminar de abrochar la ropa Elena se volteó y quedaron frente a frente tan cercanas que sentía los labios de Elena imantando los suyos. Recuerdo los besos de mi Elena.
–¡Sigue con lo de las jóvenes!
–Ellas se sonrieron y juntaron sus labios. Una sensación de ternura y electricidad le impidió separarse de su amiga. Elena sonrió y le dijo vámonos ya. En el carro de camino a la discoteca las manos de ambas que se encontraron en el silencio acariciándose con ternura, luego se soltaron antes de llegar al estacionamiento. La pobre muchachita comenzó a llorar…
–Quién lo diría, una chica con otra chica. ¡Qué asco! ¿Y por qué lloraba?
–En ese momento me pareció que el amor no tiene género…  No lo tiene. ¿Puedes creer lo que le me contaba, a un viejo perro vagabundo como yo?
–Ajá, hay locos por todos lados. ¿Por qué lloraba?
–Estaba triste… Ellas entraron a la discoteca, Elena rápido saludó a su novio y Ella se quedó conversando con unas compañeras de universidad. Elena no le habló en toda la noche, como si la estuviera esquivando. En un momento, al entrar Ella al baño escuchó a Elena cuando le contaba a su prima que Ella era lesbiana y la había intentado besar. Se sintió humillada.
–¡Qué miserable! La traición fue exactamente una de las razones que me trajeron aquí. Mi mejor amigo le contó todo lo que yo hacía a mi mujer, y me quitó todo, fue una mierda, se quedó con todo.
–Somos las sombras de una ciudad donde todos aparentan ser mudos y cuando hablan se escapan sus miedos.
–¿Y qué pasó con la muchachita?
–Lloraba porque se sentía estúpida, porque quería morir, porque pensaba que la habían dejado arrollada. En eso pasó un carro, supongo que el de su amiga y le tocaron bocina, Ella me sonrío, así me dio las gracias por haberla escuchado, se sentía mejor. Me prometió que volvería.
–¿Lo hará?
–Quizás me dijo todo eso porque había bebido. ¿Por qué te interesa tanto?
–Nunca regresan. Al menos confió en ti, a mí sólo me habla el gallego quejándose de algún cliente pesado o del precio del pescao, de los tomates. Lo escucho un rato y me da cajitas con comida. ¿Crees que Ella volverá?
–Era un cuento.
–Era real. No me mientas.
–Ahora cuéntame tú. Así no pienso en el maldito dolor de estómago. Y quiero dormir.
–Debimos haber regresado al albergue.
–Allí no se puede respirar más que fantasmas. Cuéntame algo…
–¿De qué te hablo? Ya es tarde y la caneca está vacía, mira que al amanecer nos echarán de aquí y comenzarán los ruidos.
–Viejo gato, siempre hay tiempo para otra historia.
–Por supuesto. Sabes, creo que Ella encontrará pronto lo que verdaderamente busca.
–Y tú, ¿todavía buscas algo? ¿Viviremos toda la vida entre la mierda de la ciudad? Al menos tienes familia…
–No fastidies con eso, ya nadie se acuerda de que existí. Mejor te cuento un cuento que yo también sé algunos y nos dormimos, que te veo muy cansado, y nos despertarán poco antes del amanecer. Conocí  a un hombre que se había perdido por una de estas calles de Santurce. Se sentó en esta misma acera, donde nosotros pasamos tantas horas y estuvo varias horas con la mirada perdida. Él hablaba mirando hacia arriba.
–Algo rarito…
–No más que nosotros. Él repetía una y otra vez: soy Alfredo Ortiz.  ¿Dónde estás Julia? Una doñita le preguntó si necesitaba ayuda, pero él repitió el mismo nombre. La señora lo tomó por loco y lo siguió. Estuvo varios días dando vueltas, yo lo seguía de muy cerca, él buscaba y buscaba. Un día nos miramos a los ojos, creo que me mareé y no lo volví a ver. Para esa época tú comenzaste a deambular por aquí.
–Ajá….
–¿Duermes? Te crees que eres el único que sabe historias. Mierda, todavía recuerdo su mirada. ¿Habrá encontrado a Julia? No lo volví a ver. ¿Hace cuanto no nos miramos a un espejo?
–Creo que es mejor que durmamos. Tienes razón, debimos haber ido al albergue.
–El hombre, Alfredo, decía perdóname Julia. Luego quedó en trance, mirando hacia el cielo y enmudeció como si hubiese renunciado a su propia voz o a su identidad. Le toqué la espalda y luego no lo vi más.
–Así te encontré, lo recuerdo claritito.
–Quizás yo trataba de descubrir qué demonios él veía en el cielo. Nunca he podido descubrir si hay algo más que nubes o estrellas. Se acabó el ron... ¿Te dormiste? ¿Me escuchas? Oigo unos pasos. Viejo, levántate. Mira son dos muchachitas. Por favor, levántate. ¿No me escuchas? No me asustes…
–No jodas, que todavía puedo dormir un poquito más.
–Si son dos chiquillas, jóvenes están aquí. Creo que nos quieren hablar o traernos algo. ¿Desayuno? Gracias, niñas. Mira, perro viejo, que ellas nos traen café y donas. ¿Puedes creerlo? Que nos quieren hablar, una se ve temblorosa, niña, cuidado con el café.
–Me duele el estómago, no quiero comer un carajo, diles que dejen la comida y se vayan,  a la mierda, que se lleven sus caridades al carajo.
–No seas bruto, no ladres, que quieren decirnos algo.
–Se me queman las tripas, puñeta ...
–Ellas dicen que si te llevan al dispensario.
–¡Que no se metan! ¡Que se vayan!
–No. Niñas, no se vayan. Ella dice…
–No la escuches.
–Preguntó si soy Alfredo Ortiz. Ese nombre…
–No la escuches.
–Dijo que su mamá es Julia. No le dije nada, no supe que decir, ¿recuerdas lo que te conté?
–Pues, vete con ella, y no me jodas.
–Viejo perro, estás vomitando. ¡Por favor, ayúdenme! No, no se vayan niñas.  Viejo, no paras de vomitar, no te me mueras.
–Ya, son los gusanos.
–No tienes gusanos.
–Me muero, me están comiendo.
–El gallego trajo esta botella de agua, esta camisa y una toalla. ¿Te sientes mejor?
–¿Se fueron?
–Sí…
–¿Era Ella?
–Eso creo…
–¿Soy Alfredo? ¿Verdad?
–Ay, viejo loco, de tanto escuchar mis cuentos ya no sabes cuál es tu historia y cuál es la mía.
–No quiero ser nadie, al menos Ella regresó como te prometió. Dejó esta carta para uno de los dos.
–Léela.
–Dice que buscan a Alfredo Ortiz, y dijiste que yo no soy. ¿Y si soy? Alfredo…
–El ruido, las voces…
–No grites, viejo.
–¡No!
–Calma, viejo. Mira nos están mandando a mover de aquí. La leemos otro día.
–Vámonos al albergue, somos dos viejos, un perro y un gato, y en la calle hay demasiado ruido.
–Sí, somos sombras. Ése es nuestro destino.

Maria Arrillaga comenta sobre (In)Somnio...


comentarios sobre Prozac de Mayda Colon

Antidepresivos apalabrados para nuestra Pandora social: versos cuentados de amor y rabia en Mayda Colón / fotografía en tiempo de poesía de Zayra Taranto*
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“…tantos residentes del infinito país de la memoria.
Caminar, como se hace el camino
Con los ojos sueltos y los bolsillos en blanco.
Caminar entre los rotitos de la calle
Que se abisman a parir las horas.
Caminar porque el tiempo es un malabarista recostado
Sobre el tibio papel de un abanico
y la vida juega su tránsito sobre las muecas
del pincel de un temido almanaque.
Caminar el camino, caminando por un laberinto de dragones.
Descubrir que contar no es más
Que recordar aquellas cosas que se han ido
Y no vuelven. …”
Mayda Colón
de su poema testimonial:
Soy esa que el doctor sacó de su vientre
 
Escribir es el camino de la sangre de la poeta Mayda Colón. Con sus versos construye la ciudad aunque esta duela. Camina con rabia por sus calles, por su gente: unas abandonadas, otras apáticas ante ese abandono social, camina también versando con amor, con esperanza aun cuando “tantas veces se nos destierra la inocencia”. Así peregrinan estos poemas y microcuentos, destapando nuestra caja de Pandora social en Prosac, su tan esperada y necesaria publicación. En especial para quienes conocemos a esta poeta sanjuanera que posee más de treinta carpetas de poesía y cuentos inéditos. De este modo voy tirando un anzuelo a las editoriales para que se publique un poemario antológico de Mayda y a la poeta para que siga publicando.

Quienes hemos seguido de cerca la poesía de Mayda Colón, agradecemos esta muestra impresa de su verdadera arts poética, luego de libro-objeto anterior Dosis.  Libro que estaba contenido dentro de un pote de pastillas, en un rollito como pequeñas recetas, dosis breves de versos cortos.

Lee el ensayo completo en: http://www.elpostantillano.com/pagina-0/critica-literaria/5051-ana-maria-fuster-lavin.html

Entrevista al escritor puertorriqueño José E. Muratti

“La historia es un cadáver desvestido de futuro”*
Entrevista al escritor puertorriqueño José E. Muratti

“Si con lo que escribo puedo contribuir a cambiar esa imagen de nosotros mismos, habré puesto mi grano de arena, la misma arena que encauza y produce el mar; la misma arena que con suficiente calor se convierte en cristal; la misma arena que nos recuerda que estamos vivos cuando caminamos descalzos por las playas que nos adornan y definen quiénes somos y desde dónde salimos todos los día a dejar nuestra huella en el mundo.”  Nacido en Mayagüez (1950), José E. Muratti-Toro es una de las voces literarias que comienza a escucharse con mayor presencia en la escena cultural puertorriqueña en recitales de poesía que organiza o participa.
...

Sin embargo, donde más se ha destacado es en el género del cuento, recibiendo en el 2012 el Primer Premio de Escritor Inédito en el Certamen de Cuento del periódico El Nuevo Día.  Distinción que llevó a la Isla Negra Editores a publicar recientemente su libro La víbora del desierto de Kavir y otros cuentos, ya esperamos sus próximas publicaciones. En lo que esto ocurre, retomamos la conversación entrevista originada en Libros AC, luego en la Librería Mágica, para terminar desde la cibernética y hasta por el Facebook. “En gran medida somos la versión opuesta a la foto que aparece con frecuencia en Facebook del gatito que se mira en el espejo y ve un león. Somos un león que se mira en el espejo y ve un gato, callejero, desnutrido, inmerecedor de ser rescatado del refugio de animales.” JE. Muratti

Lee la entrevista en http://www.elpostantillano.com/pagina-0/critica-literaria/5374-ana-maria-fuster-lavin.html

Entrevista al poeta y editor puertorriqueño Néstor Barreto

“las palabras existen como señuelos para sacarnos monstruos y suavidades”*
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Entrevista al poeta y editor puertorriqueño Néstor Barreto

Nacido en Santurce, Puerto Rico (1952), Néstor Barreto es uno de los artistas fundamentales de nuestra cultura puertorriqueña. Poeta, editor, fotógrafo, artista gráfico, inventor, performero y podemos seguir enumerando; en fin MULTIdisciplinario. Estudió Literatura Comparada en UPR-Río Piedras y Pintura en School of Visual Arts en Nueva York. Ha laborado en Quimera Editores, Centro de Investigaciones Urbanas CARIMAR  y en la Escuela de Artes Plásticas en Diseño Tipográfico Digital.  Entre sus poemarios se encuentran: Eva, Romances, seudorromances y seudoseudorromances metropolitanos (1984), Imago, Sicoramas, Mensajes y Aforismos (1986), Alas de Perro Cocido (1995), Legión, Poema Pánico (2001),  SÍ (2006) y Taxidermista (2012). Recientemente fundó Colección Maravilla junto a Teo Freytes y Jorge Carbonell.
Solidario con los colegas poetas, no importa generación, colectivo o procedencia es otra de sus cualidades. Conversar con Néstor, de voz profunda y sonrisa afable, siempre es una experiencia gratificante. Escucharlo sobre arte, poesía, la ciudad la vida, un caudal intelectual y humano. Hombre inteligente, creativo y muy agradable marca la diferencia en su entrega por el arte, la literatura, el pensamiento.
canica uno


el extraviado
estaba bien perdido. yo, un llermansheper
negro completo, de año y medio lo más,
bajando solo por la 174 en dirección a bayamón/
supe que las cosas habían cambiado
cuando me hallé comiendo
las sobras a la vera y bebiendo
del charco negro que se forma
en el borde/
me dan ganas de vomitar de contarlo/
los carros me están pasando pegados/
muchos, y no se ve un alma/
oigo un ruido como de río/
huele a muchas cosas, huele
a cadáver/
voy al trote/ hay algo de mágico en eso.
[ahora mismo magia=miedo]/
llámenme urgencia, ordénenme unas
papitas/ dénme un pitazo aunque sea/
dícese del lamido/
no quiero ni mear/¿qué será esta presión/
¿es este el sujeto de lo mejor que yo tenía
en mente/ ahora lo vengo a conocer/
¿cómo sé que no sueño/ ¿cómo será
cuando llegue, cómo sabré que llegué/
no hay aroma como (el de) la nada cuando asoma
su cohesión/ no hay instinto, ni inocencia/
me eriza el lomo/
siento constantemente como si me llamaran/
el rabo se me vuelve loco por cualquier cosa/
desde lejos se me nota el desamparo,
le ladro al aire, me pego demasiado al
encintado, veo cuando se posan los fantasmas,
me pican lugares que no sabía existían/
se está haciendo de noche, y nada huele a mí/
lo que nunca/ algo me gruñe dentro / los carros pasan como grandes
terrores e iluminan con sus ojos cosas que se
pudieran comer [si las aprendiera a cazar],
pero estoy muy cansado para perseguir nada,
algo me duele que irradia, parece memoria,
algo se me confunde con sed,
algo me pone a la defensiva:
te olía antes, pero podías haber sido cualquier cosa/
estas luces que se acercan con su uáa, me muestran tus
formas y dan brillo a tu mirada/
y yo que pensaba que esto no se podía poner peor/
¿qué hago/ lo que sea ¡tengo que decidir/ ¿no será
un sueño/ algo me dice que siga, ¿voy muy altivo/
yo no creo/ ¿importa lo que creo/
parece que impresioné/
me gruñiste y ladraste pero no te animaste a más/
tengo que tirarme en algún sitio antes de
que me encuentre uno que no dude de lo que
puede hacerme,
y me luce que esta línea blanca
es tan buen sitio como cualquier otro.
Néstor Barreto
 

Entrevista a la escritora Yvonne Denis-Rosario

De Capá Prieto al Bufé: un ritual apalabrado que no admite interrupciones
Entrevista a la escritora Yvonne Denis-Rosario

Recuerdo la primera vez que limpié un pez. Mi padre acostumbraba a escaparse de madrugada con mi padrino Mario a pescar. Ambos se habían hecho socios de la Cooperativa de Pescadores de Piñones, una hermosa área costera en el pueblo de Loíza Aldea en Puerto Rico, y bordeaban todo el litoral hasta llegar a la Península de Cantera. Habían invertido en un bote pesquero y canalizaban sus energías en esa encomienda secreta. Eran hermanos de la pesca y de los negocios. Cada uno era dueño de lavanderías. Intercambiaban desde un anzuelo, hasta un gancho de ropa. Siempre se iban solos de sábado para domingo a la pesca en la oscuridad de la noche y bajo el abrazo de la madrugada.” Yvonne Denis-Rosario, fragmento, novela Bufé
Después del gran éxito en Puerto Rico –y galardonado internacionalmente- del libro de relatos Capá Prieto,    ...
Sigue la entrevista en : http://www.elpostantillano.com/pagina-0/critica-literaria/5694-ana-maria-fuster-lavin.html