lunes, enero 30, 2006

Presentación de Réquiem del 9 de diciembre en fotos







Isla Negra editores auspició la presentación de Réquiem, segundo libro de cuentos de Ana María Fuster, se llevó a cabo el pasado 9 de diciembre de 2005, en el Ateneo de Puerto Rico. Compartimos algunos momentos

Foto #1- Grandes Amigos. El poeta y profesor Alberto Martínez Márquez preparó un trabajo de gran profundidad y discutió distintos aspectos del libro; la narradora y editora Marta Aponte Alsina hizo el brindis, y como madrina del libro (y gran amigo), cerró la actividad con palabras profundas y cariñosas.

Foto # 2- La poeta y amiga Mayda Colón hizo una lectura dramatizada del primer cuento, Unos pies bajo la lluvia.

Foto # 3- Lectura performeada de poemas para un Réquiem, en la foto de izquierda a derecha Ana María Fuster, Maribel R. Ortiz, Abdiel Echevarría y Leticia Ruiz.

Foto # 4-Firma de libros (Ana María Fuster)



Todas las fotografías por José Manuel Fuster Lavín.

Próximamente publicaremos fotos de la parte musical de la actividad y la gran bohemiada en las escaleras, mucho vino, humo y palabras...

A mis amigos, escritores, familiares y otros locos de la vida, muchas gracias... "Antes muerta que sencilla..."

Réquiem se presentará el martes 28 de febrero de 2006 a las 10:30 am en el Recinto de Aguadilla de la Universidad de Puerto Rico, a cargo del poeta y profesor Alberto Martínez Márquez.
El libro se puede adquirir en librerías y en http://www.islanegra.com

jueves, enero 26, 2006

Reseñando un réquiem


Cuentos urbanos

Domingo, 22 de Enero de 2006
El Nuevo Día
Revista Letras

Por Sofía Irene Cardona
sicardona@coqui.net

Réquiem, el segundo libro de relatos de Ana María Fuster, tiene un subtítulo desconcertante: "Narraciones urbanas de una novela cuentada". ¿Colección de cuentos o novela en fragmentos? Pronto se descubre que el libro es una acumulación de historias de diverso carácter, hilvanadas a través de sus personajes para crear la ilusión de un mundo donde lo cotidiano y lo truculento conviven.

Están ambientadas las historias en un lugar parecido al de sus lectores inmediatos, la zona metropolitana de San Juan, reconocible en sus topónimos - Cupey, Santurce, Santa Rita -, pero deformada por las necesidades de la narración. Los personajes, residentes de una urbanización de clase media, componen el retrato de un sector social que bascula entre las aspiraciones tradicionales del puertorriqueño medio - estabilidad económica, confort, solidez familiar - y un hálito de superación de la medianía que se concreta a veces en la pretensión artística.

La tensión que pudiera producir la coexistencia de estas tendencias, sin embargo, no es el centro de las historias sino más bien un rasgo distintivo a través del cual, al parecer, se designa el carácter (¿maldito?) del personaje. Así, el veterano de la segunda historia confiesa su frustrado deseo de ser escritor, la novelista anónima celebra la culminación de su tercera novela y el joven poeta de la historia final prepara la edición de su primer poemario con una foto que ha de tomarse en el cementerio. Parecería que, tal vez, se propone una clave metaliteraria para la interpretación de los textos.

A medida que progresa la lectura, las historias presentan un entramado de enigmas y revelaciones que se resuelven en cada relato autónomo, como en una serie de televisión. El primero de los cuentos, de un candor absoluto, tiene muy poco que ver - en ambiente, en tono, en tema - con muchas de las historias truculentas que le siguen. Asimismo, junto a narraciones de misteriosas citas nocturnas, metamorfosis inesperadas y poetisas vampiresas, se encuentran el relato del abandono de un perro leal y el de la victoria de un retardado mental sobre sus limitaciones.

Los cuentos son, pues, independientes, aunque los personajes, en su mayoría, pertenezcan a una misma familia o a residan en el mismo vecindario y los acontecimientos constituyan una sola línea temporal. La narración se ocupa de consignar los parentescos e incorporar datos que más adelante se usarán como puntos de enlace. De este modo se insiste en vincular los textos, a pesar de su evidente diversidad. "Réquiem", el último cuento de la colección, anuda los relatos bajo un signo mágico y así propone la unidad del libro.

Los asuntos y el estilo de los cuentos, cuyos contextos son más cinematográficos que literarios, parecen aspirar a entretener un público amplio. Como en los thrillers y las películas de terror, las historias de Réquiem, trazan caminos ya recorridos y la narración se vale de ellos para recrearse en los aspectos más truculentos - la sexualidad, la crueldad y la violencia - hasta llegar al morbo y el sentimentalismo comunes en el cine de masas. Curiosamente, también resulta evidente el contacto con el cine de Pedro Almodóvar, parodiado en la escena final de "El llamado de la sangre" y citado en "El conjuro". La movida madrileña se transforma aquí en la bohemiada sanjuanera, exenta de travestis pero no de inquietantes transformaciones. Un rasgo importante queda excluido, sin embargo, del modelo almodovariano: el humor, la mirada irónica que amortigua la gravedad del morbo y espanta al espectro de la cursilería.

Sofía Irene Cardona es catedrática de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico. Escribe poesía y narrativa breve. Su libro de poesía, "La habitación oscura", saldrá publicado este año por Terranova Editores

martes, enero 24, 2006

Conspirando calendarios



Conspirando calendarios


Nos aferramos a la noche,
atardecemos letras,
también ríos y cuerpos
la caricia profundiza esqueletos de cristal
humedece revelaciones y recuerdos,
no hay cadenas, ni temores,
se liberan las palomas
que paren una ciudad sin idiomas oficiales,
sin código postal, sin contribuciones a la vida,
sólo desnuda, limpia, alada
gime, susurra, grita
todo es luz, el color del instante.
de la lengua a la punta del olvido nace el perdón
cuando la gaviota llega al puerto deseado
o cuando los navegantes volaron milagros
y los niños danzaron bajo la lluvia
los viejos en la amarga espera
ahora, dulce espera, viva espera,
la esperanza libera luchas
como la paz a las palabras
los amantes son poetas
los poetas conspiran calendarios
el reloj volvió a peregrinar destinos
la sangre de la tierra fluye entre sueños
siempre puede amanecer en la isla…

Ana María Fuster Lavín

lunes, enero 23, 2006

Rara avis ir terris por Yolanda Arroyo


Rara avis in terris
(Fragmento del libro de cuentos Origami de letras,
Publicaciones Puertorriqueñas 2004)

Brillaban por su ausencia cada una de las clavijas que se colocan a los lados en el mastelero. Pensó y saboreó la idea en más de una ocasión de permanecer atento hasta encontrar el hueso perfecto que pudiera ser colocado allí. Sería sólo un adorno, estético, con el único fin de superar al Stradivarius. Recordó la confección de la tapa, en medio de movimientos pélvicos ansiosos, asfixiantes; sus manos siempre sobre el cuello de su amada, apretando su garganta, presionando, oprimiendo.

El diseño y el calado del puente para el violín armonizaron con jadeos acústicos, inicialmente los de su mujer. Los ecos y asonancias demasiado claros desde el cielo de la boca, demasiado agudos desde el fondo del esternón, demasiado estrangulados en el destemple de laringe, sellaron la idea de convertir el instrumento en algo así como un viaducto macizo, endémico. Un ente letárgico para pasar la noche sobre el ombligo agujerado por el arete de oro, dando sorbos de un Malbec casi medieval en virutas de una melena larga y profusa. Con más cantidad de madera glauca sobre la base, y mayor volumen de patas cortas a los lados, el timbre velado, opaco en los laterales, de puente más liviano, ella se dejó sumergir en la viscosidad de las pasiones del artesano. En ocasiones él entraba a sus aposentos profundos, justo luego de haber tallado en madera, con las manos aún porosas y dominantes de macilla, cola, y hasta aserrín. Y a ella le incomodaba, le dolía, pero era consciente que le dolería más no tenerle, por eso lo permitía. El "barre de basse" fue trabajado en presencia de la beldad, sobre sus rodillas, calando en los graves y demostrando la calidad en las emisiones agudas.

Rapsodia de voces altas, rapsodia de grandes bocas, gritos silentes en una frecuencia indescifrable. La tomó del cuello nuevamente, desde atrás, pasando su brazo completo por los hombros femeninos que enmarcaron un rostro cianótico, morado; aprisionó su cerviz como preludio de lo que haría con los filamentos, luego de extirpados; aspiró su cabello y entró la lengua en los cauces que se crearon hacia la nuca, en las zanjas sin oxigenación, luego por las orejas. La madera bajo la planta de los viriles pies, crece en todos los bosques de coníferas del hemisferio norte, y emigra hasta sus manos como si supiera el destino propio. Como esa misma madera, de lustre natural, poco resinosa en las mejillas y de anillos menos marcados en la faz, ella había exhalado largamente primero, acostumbrándose a la fatalidad del erotismo en la carencia de aire. Seguida de una sofocación, había soltado entonces las manos a los lados. Rendida, expirada.


La tapa superior del violín, en contrachapados de molduras, descansa incompleta aún sobre el mueble de ebanistería. No por mucho tiempo. La abertura de escalpelo que deshizo el arete dorado del vientre y lo tiñó de rojo, dejó expuesta la sonata sans viscères. Como un alquimista medieval, el laudero transformó nuevamente la materia. Los cordeles hicieron juego con su creación. Fueron colocados y ajustados sobre la figura octagonal. Un festín de hilos armoniosos, de melodiosos canutillos; una algarabía orquestada de sonora cuerda. Ocaso.


Yolanda Arroyo
escritora puertorriqueña

martes, enero 17, 2006

Poemas para un Réquiem-por Abdiel Echevarría


Réquiem

La muerte es un signo
del cual las vidas se valen
para saciar sus instintos.

La muerte es una excusa
para desaparecer y librarse del
padecimiento de la conciencia.

La muerte es sólo eso, muerte
y la vida la burla de su estirpe.

Abdiel Echevarría





Sombras para un callejón de silencios

Las sombras se desplazan hacia el abismo de mis horas
y callo sobre este duelo que me invade y me conduce
hacia las habitaciones intransigentes del silencio.

Las sombras recubren espacios en este callejón que se disuelve
sobre mi voz. Auscultan un tiempo enmarañado en los cabellos
de la distancia. Conciertan una orquesta de voces castradas para perder
el snobismo de la sombra, que se cuela como un grifo sobre los cuerpos.

La voz castrada languidece en el silencio y las sombras cobijan su estancia.
Permuta silenciada, entronizada en los orbes del cataclismo.
La voz ahogada, sofocada por el asecho de las tinieblas,
se oscurece y,
el silencio se la traga en este
callejón de sobras…

Abdiel Echevarría

******
Abdiel Echevarría, poeta puertorriqueño, nació en Mayagüez,

presentará su poemario

Peregrino entre sombras (Publicaciones puertorriqueñas editores, 2005)

el jueves 9 de marzo de 2006 a las 7:00PM

en la librería Mágica, Río Piedras Puerto Rico, están todos invitados.

Sobre su poemario Peregrino en sombras, dice en la contraportada: "Peregrino en sombras marca el inicio del recorrido que hace el ser humano a través de los lagares de la inconsciencia. El peregrino recorre las fronteras de la soledad en el alma hasta la desbordada pasión que evocan los amantes en el pleno fuego de su deseo. Las fuerzas encontradas del deseo y la enajenación se miden en una explosión estridente de la poesía incontrolable en este poemario"

Foto por José Manuel Fuster, de izq. a der. Ana María Fuster, Abdiel Echevarría y Maribel Ortiz en lectura de poesía durante la presentación de Réquiem (Isla Negra editores, 2005) el 9/dic/05 en el Ateneo puertorriqueño. Los poemas --publicados aquí en el blog-- de Abdiel Echevarría fueron escritos para este recital.

Esos Ratitos Gay-Manuel Clavell

Esos ratitos gay

por Manuel Clavell Carrasquillo

Domingo, 15 de Enero de 2006
El Nuevo Día

El autor escribe textos queer en el blog: www.estruendomudo.blogspot.com

¿Qué sería de la supuesta grandeza de la ciudad de San Juan -ombligo del mundo- sin esos ratitos gay, que muy bien pueden comenzar con un brunch “vegetariano” bufé en el Café Berlín del Viejo San Juan, a donde acuden algunos turistas homosexuales chic con sus laptops para comunicarse mientras alimentan la pupila y prueban platillos a base de salmón ahumado, alcaparras y tofú?
No mucho podría decirse de ese supuesto espíritu cosmopolita y tolerante de nuestro villorrio capital sin reconocer que la movida rosa podría continuar con unos 45 minutos de entrenamiento en el gimnasio, o una escapada vespertina hacia las playas de Condado u Ocean Park. En el gimnasio se pulen los bíceps que luego se van a mostrar en público en el mall y sus pasarelas, acentuados por el último modelo de Armani, Dolce & Gabbana o Zara. Allí se cruzan las miradas de la fauna masculina en plena faena de embellecimiento y vanidad, independientemente de las categorías de orientación sexual.
En la orilla del mar se tuestan los cuerpos masculinos exhibidos a la europea: sólo con bikini, gafas y bronceador. Nótese que en referencia a las democráticas playas sanjuaneras existen -para desgracia de los fundamentalistas puritanos- áreas delimitadas como zonas gay. Frente a los hotelitos Atlantic Beach y el Ocean Park Beach Inn, por ejemplo, se extienden sendas manchas de hombres en bikini que no tienen problemas con socializar con sus vecinos en bermudas straights, precisamente porque tanto al lado izquierdo como al derecho de la ruidosa masa queer lo que hay es gente igual de “civilizada”, “disfrutando sanamente y en familia”. En la poquita explanada de arena tapiada por los condominios no hay más remedio que bregar con el blending entre la humanidad de la “loquita” y la humanidad del “macharrán”. ¿Cuál de las dos vale más?
Pero esas categorías humanistas tan supuestamente distantes una de la otra se van difuminando en interacciones urbanas como las que ocurren los miércoles en la discoteca santurcina Eros The Club. Ésa es la noche en que la capital de la Isla del Encanto se da el lujo de que los ciudadanos “raros” bailen hasta las tantas el “peor” de los ritmos del pentagrama nacional: “Rácata”. ¿Qué pasa cuando hay dos hombres o dos mujeres bailando el obsceno reggaetón? Pues que las fronteras de los 500 y pico de años de estereotipos y relajitos crueles no aplican para entender los códigos de vestimenta menos gay que se hayan visto sobre la Tierra: no hay posibilidades de identificar la orientación sexual de los que se sacan las cejas, usan mahones abombachados hasta más no poder, camisetas distintivas de equipos de pelota, tenis blancas, gorras y cadenotas con medallas de San Judas Tadeo o el Arcángel San Miguel.
Esa noche, igual que la del carnaval “homosexual” que se improvisa todos los años para Halloween en la avenida Ponce de León, o el junte de un viernes cualquiera en pleno cruce de la avenida Eleonor Roosevelt y la calle 12 de octubre, nadie sabe quién es quién. Entonces, se instalan las vallas policíacas y tiemblan las organizaciones moralistas ante el supuesto fraude que supone que un hombre se vista de mujer, que una mujer se vista de hombre o que un transexual se enamore del ser que más le guste a él. Tiemblan ante la posibilidad de que un rapero homosexual de Villa Carolina tenga una conversación en El Paraíso con un rapero straight de Villa España, porque eso no puede ser: el straight se va a “contaminar”, se va a “partir” o se va cambiar “pal otro lao”. Tiemblan porque censuran que una mujer lesbiana de Levittown tenga un affair con una chica femme en Cups. Tiemblan porque los ciudadanos de carne y hueso les han cambiado los muñequitos de lo que significa ser “puritita” hembra o varón de “inamovibles” cromosomas XY: Puerto Rico hace tiempo que explora alternativas de género más allá de las que diseñó Mattel para Barbie y para Ken.
Otra ciudad de San Juan, que no aparece en la prensa -ni contextualizada, ni en macro, ni en la justa perspectiva de su potencial- se construye ante la vista de todos, no al margen, como pretenden algunos, sino en pleno centro de la geografía municipal. Contacto, contacto, contacto, pide a gritos el rapero Yaviah, y contacto es lo que hay en cada salón de belleza sanjuanero en el que un “amanerado” pone bellas a nuestras mujeres: el “tesoro nacional”, según la orquesta PVC. Contacto hay en el San Juan Fashion Week entre la “alta sociedad” y sus modistos, entre el wedding planner y los novios, en el Festival de Cine Gay de Ballajá. Contacto underground en el paseo de los enamorados de Puerta de Tierra, entre los homosexuales dominicanos y boricuas que bailan merengue y bachata en Junior’s Bar. Contacto en las escuelas intermedias entre “el patito del salón” y los “machitos abusadores”, entre él y las nenas, entre él y sus vecinitos, que algún día serán papás de más hombres y mujeres diferentes como él.
Otra ciudad de San Juan, que no es precisamente la soñada por el triunvirato Rashcke-Arzobispo-Acevedovilá, queda habitada por un número indeterminado de ciudadanos de “segunda clase” que votan cada cuatro años y consumen todos los días reclamando esos ratitos gay que en precario o en abundancia -depende del mood y el escándalo- le roban a la “verdadera” ciudad. Préstamos hipotecarios firmados por parejas del mismo sexo, llantos en la Puerto Rico Memorial por el compañero amado que ha muerto, comedias de enredos en el Centro de Bellas Artes, jangueos a pie por la ruta del ligue en la avenida Ashford y mucho miedo de declararse como se es en una solicitud de empleo de la Guardia Municipal van determinando los roces, las miradas, las palabras y la relación con los demás objetos y los demás humanos de un sanjuanero homosexual.
¿Qué sería sin ellos la supuesta grandeza de la tolerante y cosmopolita aldea, que tanto se jacta de ser tan hombruna antes de presentarse al resto del globo y anunciar con orgullo homofóbico: “Pueblos del mundo, soy hetero-toda y me llamo San Juan?”.

viernes, enero 13, 2006

Canto de las palabras--por José Manuel Solá




CANTO DE LAS PALABRAS
Por José Manuel Solá

1.
He visto las palabras
dormidas en la estación del metro,
en los bancos de los parques,
bajo los puentes de San Juan y Buenos Aires
y en las escaleras de algunas catedrales.
Las he visto acurrucadas
una noche de frío
en una esquina anónima de Sao Paulo
y en Managua.
He visto las palabras
arropadas en la tibieza de su propia caricia,
gorriones de ojos grandes
contando a la intemperie las estrellas de la noche.
Es que alguien las dejó
abandonadas.

2.
He conocido la palabra homeless
en las calles de New York y de Los Ángeles.
A esas las he visto
escarbando los tachos de basura
en Londres y en Madrid,
en todas partes,
el corazón como un trombón
que acaso Dios conoce. Acaso.
Harapos de la noche que olvidaron,
que pasaron tosiendo su adiós entre la gente
y cargan un morral con las locuras
de todo lo que amaron
y una que otra esperanza
envuelta en celofán.
Son palabras que cuelgan como cintas y flores
de un paraguas roto
y pasarán la lluvia y las ventiscas
viendo caer la vida
en un improvisado cobijo de cartón.

3.
La casa de las palabras fue allanada una noche.
Después, nadie supo de ellas.
Eran palabras nuevas, palabras de esperanza,
palabras que escribían libertad o justicia
por las paredes del pueblo,
palabras inocentes como pájaros;
tenían pelo largo y eran solidarias
y cargaban guitarras y poemas.
Desaparecieron en Santiago y en Montevideo,
las mataron y las enterraron sin su nombre o su número
en El Salvador y en Buenos Aires.
Violaron las palabras, les cortaron las manos,
les arrancaron hijos desde el vientre.
Nadie vio nada. Nadie.
Pero tal vez una palabra anciana lo vio todo
y a todo el mundo dijo
quiénes fueron.
Esa noche vinieron y arrestaron
la palabra indignada.
Hoy nadie sabe de ella.

4.
Hay palabras sin tierra.
En los tiempos antiguos florecían silvestres
por todas partes.
Al lado de las cataratas y de los volcanes
y besaban el viento: eran las hijas y los hijos de la luna.
Crecían junto al maíz y la anaconda.
Contemplaban el paso del quetzal y el cóndor y la alondra:
la tierra era de todos.
Entonces las palabras caminaban la aurora
con la frente emplumada
y asignaban un nombre a cada cosa,
a cada lluvia, a cada fuego, al beso, a la ternura.
Las palabras poblaron las cuencas de los ríos
y pulieron la piedra y cocieron el barro.
En los tiempos antiguos las palabras eran libres como Quetzalcoatl.
Y esto fue así hasta la tarde
en que tierras y hombres y maizales
se vieron sometidos y asolados, confundidos,
diluidos por todos los confines de la noche.
Hay palabras sin tierra ni esperanza.

5.
Hay palabras que son Julia de Burgos,
palabras río, fauno, palabras llanto grande,
hay palabras Vallejo cualquier jueves,
palabras Alfonsina que el mar lleva y regresa.
A esas las he visto en todas partes,
en la mirada amiga, en la tristeza,
en el bar de la esquina, en los ferrocarriles,
en el pan y en la rosa, en el abrazo.
Hay palabras que son Miguel Hernández,
palabras de cebolla y rayo y lucha
y también hay palabras minerales,
son palabras Neruda en veinte cantos.
Esas van junto al pueblo hacia el futuro,
van levantando el fuego en manos vivas:
constructoras del sueño liberado.

6.
Hay palabras que cuelgan de los ojos,
esas son las más tristes.
Las he visto en los ojos de mi madre,
en un temblor de manos arrugadas,
las he visto caer con mansedumbre
desde la sombra azul de su butaca.
Esas palabras guardan el silencio
con un olor a sándalo en las tardes
por la luz amarilla de la casa
y ese adiós, ese adiós… y aquellos ojos
crepusculares, caídos como el agua.
Hay palabras que vuelan como pájaros,
como un susurro tibio, desde el alma,
¡ay!, cómo las recuerdo cayendo de sus ojos
tras la puerta de sombras y de flores
de una casa perdida en la distancia…

7.
En ti nacían mágicas:
ángeles con candiles y ojos negros,
de tu piel, de tus besos, nacían las palabras
y en tu vientre, en mi boca
con sabor a hoja fresca
de tu pubis dorado caían en mis manos,
aleteando, como niños con hambre;
crecían por mis brazos como fiebre tatuada
y subían mi frente como una enredadera,
ascendían al fuego de la última hoguera
galopando en el grito la caída del sueño,
despavoridas, locas, desesperadas, libres…
En ti nacían
mágicas…

8.
Canto de las palabras,
las que me habitan,
las que van decididas del corazón a la garganta,
las que se saludan en las calles, en los trenes,
las que llevan al hombro los trabajadores,
las que saltan en las mochilas de los estudiantes,
las que revolotean sobre el arado, las palabras semilla;
canto de las palabras que son como de Dios,
las que gestan al hombre del mañana
en el vientre de luz de las alondras,
las palabras de amor inevitables;
las que recuestan la soledad
en las ventanas de los hospitales,
las que desandan los días de lluvia en los cementerios;
las que bailan con los labios pintados en los burdeles
y sueñan un mañana de sábanas limpias, tibias
y noches de unicornios;
canto de las palabras que convocan,
las que van a la marcha de los hombres de paz,
de los sencillos, de los perseguidos,
de los que luchan sin descanso, día a día;
de esas palabras canto y de estas otras,
las que me miran desde las fotos viejas,
las que me hablan mudas
desde el recuerdo de los amigos que cayeron;
las que pasan anónimas en tardes de aguacero
bajo la sombra gris de los paraguas;
las que se saltan del alma, silenciosas, invencibles,
por los ojos de los niños de Etiopía;
canto de las palabras redondas
que cuelgan de los árboles,
las que se vuelven manzanas y naranjas,
de las palabras dulces como dátiles;
de las que me acompañan cada noche,
de las que irán conmigo hasta el adiós
cuando caiga el saludo
que aquí a todos dejo…

…………………………………………………………………………………………………………..

El autor ha publicado los poemarios Poemas (1994), Hay luz en esa casa que fue mía (1996), Los nombres en la piedra (2000) e Incandescentes pájaros del alba (2004), así como el libro de cuentos Ya vienen a buscarme (2001) y el relato Milagro bajo la estrella del oriente (2001). Es representante del Movimiento Literario aBrace en Puerto Rico.

martes, enero 10, 2006

Carta con letras en la arena


San Juan, Puerto Rico
http://www.endi.com/

Revista Domingo, El Nuevo Día



Carta con letras en la arena
Por Ana María Fuster
escritora puertorriqueña

Domingo, 8 de Enero de 2006


A mi hijo

Hoy vi cómo escribías tu nombre por primera vez en la arena, a un mes de tu debut triunfal como escribiente. Llegó una ola, borró parte de tus letras y lloraste, como quien pierde un sueño, la identidad también puede ser efímera, su conservación depende de uno mismo y su esfuerzo, si no mira el país en que vivimos. También a ti se te pasó rápido la rabia y frustración. Luego jugaste con tus marcianitos de plástico y te quedaste dormido, muy calmado. No puedo evitar conmoverme al ver tus ojitos cerrados, tus rizos de arena sobre la almohada y tu boca abierta y relajada, en esa paz apalabrada y pura que vamos perdiendo con los años y pienso...

¿Qué mundo te encontrarás? Y quisiera asegurarte que estarás orgulloso de vivir aquí. ¿En casa, mamá? Aquí vivimos Miguel, mamá, Tommy y Cuca, pronto Pedro y… No hijo, no me refiero a nosotros, al perro y al periquito, me refiero a esta Isla llena de contradicciones (hay estadistas criollos, católicos protestantes, hasta las locuras de tu madre: agnóstica, pero te matricula en un colegio católico, encima hoy cantaste aleluya en el carro y se me erizó la piel, al menos era el de Handel), una nación con habitantes aún más confundidos, peor aún que nos vanagloriamos de la ignorancia y nos bañamos en la basura, física y existencial, teniendo unas playas tan bestiales como seres visionarios...

Sí, duerme… Las letras sobre la arena se borran, pero siempre podemos volar lejos. El problema es no dejarse desplumar, desalar, ni tampoco dejarse sumergir en el insomnio de la apatía. Tienes cuatro años, mi cielo, y sonríes feliz cuando vas a tu escuela, mamá, azul y rojo hacen violeta, me lo enseñó maestra Elvira. Violeta es un hermoso color, en la magia celta simboliza la pasión y el intelecto, pero en nuestro país eso de mezclar el azul y el rojo produce un color monocromático que hipnotiza a muchos y les roba los sueños. Mi niño, tu prisma es el amor y la pureza del alma. Parece que los adultos hemos establecido nuestra cueva en un lugar donde se respira en colores primarios, sin dar permiso a las gradaciones, a toda la gama de posibilidades, como resultado un canibalismo multicolor, espero, mi niño, que cuando alcances la mayoría de edad Puerto Rico no sea todo en blanco y negro, y todos hayamos quedado mudos.

Escucho la lluvia mientras descansas, y sigo escribiéndote para que entiendas que la identidad es importante, sin necesidad de criollismos pasados de moda e igualmente represivos, si no orgullo de ser, de tu tierra y sus costumbres, las viejas y las nuevas, el arte, la palabra, la vida. Tu nombre pudo borrarse en la arena, no llores, lo escribirás con letras de eternidad si te lo propones. Hola, soy Miguel, ¿y tú? Les dices a muchas personas que vas seleccionando con algún mítico patrón de duende boricua y me sonrío. Y quisiera decirles a todos, hola soy poeta, y mi pana hola soy músico, hola soy periodista, hola soy editor y así, así, sonamos idiotas, porque nos avergonzamos de nuestra esencia. Mi peque, sí, hablamos puertorriqueño y podemos inventarnos nuestro propio destino, en un país donde el horizonte parece haberse escondido bajo un baúl y siete candados perdiendo hasta el sexto sentido, pero dos más dos sigue siendo cuatro.

Acaricio tus rizos y ronroneas como gatito dándote vuelta en la cama, hoy volvieron a cancelar un programa de cultura en la televisión, como le hicieron a Abelardo Díaz Alfaro, a Rey Francisco Quiñones y qué se yo a cuantos escritores, poetas encarcelados por soñar su propio Canto a la locura en esos temibles años azules, otros rojos, quizás negros, cómo nos han pisoteado la palabra, la música, los colores, ojalá sueñes en violeta, en verde, en amarillo, en anaranjado en todas las variantes del alma, de la ternura, de la lucha, del amor, de la vida y la muerte.

¿Mamá de qué color es mi nombre? Maestra Elvira dijo que el nombre es del color de la crayola. Te besé y contesté te quiero Miguel. What’s in a name? (no, no me pondré shakesperiana). Y es así, mi piqui, en esta bendita Isla en que vivimos -que ya describiré en otras cartas- hemos aprendido a encasillar a las personas por tantas cosas, la mayoría frívolas pero sin estudiar los méritos y su esencia, una persona no vale porque es popular, o independentista, o si te gustan las mujeres o los hombres, o qué se yo. ¿Qué se puede esperar en un lugar donde se pueden vender los principios o la identidad, esperando que lluevan papeles verdes? Según avancen los años de cuatro en cuatro me irás entendiendo.

Sigue durmiendo, y te cantaré una nana sin la televisión de fondo, sin derechos reservados, sin importar nuestras preferencias políticas, porque vivimos en una Isla que naufraga en su propia apatía social, en el menosprecio institucional por la cultura, en la hipocresía sin identidad. Mamá, ¿con quién hablas? Me preguntas cuando telefoneaba por la tarde a un poeta y tratábamos de arreglar el mundo en cinco minutos de conversación, o cuando hablo con mi compañero para vivir el sueño del amor. Mamá, quiero chocolate, no me interrumpas, quiero chocolate, y al final me di cuenta de que las necesidades urgentes dependen también de la ternura, de cómo se negocie. Te quiero mamá, y te fuiste con tu chocolate y yo retomé esa conversación, pero nadie más nos escuchaba, ese es otro problema.

Lo sé, mi niño, ahora comienzas a escribir, a pintar, y yo -tan cabezota- contándote cosas que aún no puedes comprender, lamentablemente muchos adultos tampoco, otros lo saben pero no les importa y a otros lo que les importa es que nadie lo entienda. Tienes cuatro años y sonríes en tus sueños y quizás recuerdas a tu maestra y el verde, azul, rojo, violeta, anaranjado… Mejor sigue soñando a colores, todos, que no se te escape ni uno.

Ana María Fuster Lavín

La autora es poeta y narradora puertorriqueña. Ha publicado los libros de cuentos Verdades Caprichosas (2001) y Réquiem (Isla Negra, 2005), entre otros.



http://www.endi.com